LA HOMOSEXUALIDAD EN EL ISLAM/ L’omosessualità nell’Islam

Espanol/In preparazione la traduzione in Italiano


di/Por Abdennur Prado
Secretario de Junta Islámica
Redactor de Webislam

Seleccionar idioma / Selezionare la Lingua
Espanol | Italiano




Espanol

Bismil-lâhi ar-Rahmani ar-Rahim

LA HOMOSEXUALIDAD EN EL ISLAM

Por Abdennur Prado

Secretario de Junta Islámica

Redactor de Webislam

A Carlos y Eduardo, la pareja

El presente estudio tiene su origen en numerosas consultas recibidas en la redacción de Webislam. Estas consultas nos mostraron la existencia de un alto número de musulmanes que se sienten atraídos por personas de su mismo sexo, y que sienten esta situación como un desgarro. La constatación de su naturaleza sexual se enfrenta al rechazo de familias y comunidades, lo cual conduce a los homosexuales a culpabilizarse. No es fácil dar una respuesta a este desgarro. El único modo es buscar inspiración en Al-lâh, ar-Rahmân ar-Rahîm, en Su Libro y en la Sunna de Su Mensajero (saws), con la certeza de que ahí está el mejor camino. Con esta convicción emprendí este estudio sobre la homosexualidad en el Qur’án, la Sunna, el fiqh y la historia del islam, cuya conclusión ofrezco a los lectores.

Nuestra obligación como musulmanes es ser fieles a lo que Al-lâh quiere de nosotros. Es imprescindible remitirse al Qur’án y a la Sunna, atreverse a realizar un estudio serio de las fuentes y someterse a aquello que Al-lâh ha decretado. Dicho de otro modo: es necesario dejar de lado nuestros pre-juicios (tanto negativos como positivos) y encarar el tema con la mayor claridad posible. Esto es lo que he tratado de hacer, con el permiso de Al-lâh, y es lo que me atrevo a pedir a los lectores.

Pero cuando se les dice: “Seguid lo que Al-lâh ha revelado”, algunos responden: “¡No!, seguiremos lo que hemos hallado que creían y hacían nuestros antepasados.” ¡Pero! ¿Aun si sus antepasados no usaban la razón y carecían de toda guía?

Y así, la parábola de aquellos que se empeñan en negar la verdad es la de una bestia que al oír el grito del pastor no percibe sino el sonido de una voz y una llamada. Son sordos, mudos y ciegos: porque no usan su razón.

Qur’án, surat al-baqara 170-171

1. La homosexualidad en el Qur’án y en la Sunna

Existen hadices donde se muestra que la homosexualidad era conocida en tiempos de la revelación coránica, y que nos ayudan a comprender cual era la actitud de Muhámmad (sala al-lâhu aleihi wa salam) al respecto. Del Sahih de Muslim, Libro 26, nº 5416:

Se narró de Aisha que un afeminado (mujannath) solía visitar a las mujeres del Mensajero de Al-lâh (saws) y que ellas no encontraban nada objetable a estas visitas, considerándolo como un varón sin deseos sexuales [fakânû ya’dzûnahu min ghair ulâ il-irbah]. El Mensajero de Al-lâh (saws) vino un día mientras este estaba sentado con algunas de sus mujeres y se entretenía en describir las características corporales de una mujer, diciendo: “Cuando está de frente, se le hacen cuatro [curvas], y cuando se gira se le hacen ocho”. Entonces el Mensajero de Al-lâh (saws) dijo: “Puesto que sabe estas cosas, no le permitáis la entrada”. Aisha dijo: “A partir de entonces empezamos a usar el velo ante él”.

(con variantes en Bujari, Sahih, capítulo 114, nº 162, bajo el epígrafe: “Lo que está prohibido concerniente a la visita de ‘los que imitan a las mujeres’ a casa de la esposa”; y en el Sunan de Abû Dawûd, Libro 32, nº 4095).

Cuatro observaciones a esta curiosa anécdota:

1)      La palabra mujannath está relacionada con juntha, hermafrodita. Su condición es descrita en el hadiz como la de un “hombre sin deseos sexuales”, dándose por entendido el resto: “hacia las mujeres”.

2)     Las palabras de Muhámmad (saws) no implican ninguna clase de rechazo por su condición de “afeminado”. En un principio acepta su presencia en casa de una de sus mujeres. Son sus palabras lo que le hace variar de actitud, ya que en ellas delata un interés oculto hacia las mujeres. Más claramente: el Profeta no le prohíbe la entrada por ser un mujannath, sino por ser un falso mujannath.

3)     La conclusión de Aixa es curiosa. Tras las palabras del Profeta, saws, Aixa no dice que prohibiesen al “afeminado” (de nombre Hit) visitarlas, sino que a partir de entonces se limitaron a ponerse el velo en su presencia. Esto implica que las visitas realmente continuaron. La frase del Profeta (saws) no actúa como una prohibición, sino como un consejo, como mucho una advertencia.

4)     Las palabras del mujannath son una expresión idiomática árabe. Los comentaristas indican que es “una expresión lasciva”. El afeminado se refiere a las curvas del cuerpo de la hermana de Ghailan, de modo que demuestra haberla visto desnuda, y lo cuenta con desparpajo ante hombres y mujeres. Como veremos a continuación, se trata de uno de esos ante los cuales les está permitido “mostrar sus encantos” a las creyentes.

Esto último nos remite al Qur’án, donde encontramos la misma categoría de “varones que carecen de deseo sexual”. Esta es una de las clases de personas ante las cuales las mujeres creyentes pueden “mostrar sus atractivos”:

Y di a las creyentes que bajen la mirada y guarden su castidad,

y no muestren de sus atractivos sino lo que de ellos sea aparente;

así pues, que se cubran el escote con un tocado (jumur).

Y que no muestren sus atractivos a nadie

salvo a sus maridos, sus padres, sus suegros, sus hijos,

los hijos de sus maridos, sus hermanos, los hijos de

sus hermanos, los hijos de sus hermanas, las mujeres de su casa, aquellas que sus diestras poseen,

aquellos sirvientes hombres que carecen de deseo sexual,

o a los niños que no saben de la desnudez de las mujeres...

(Qur’án 24: 31)

La expresión que nos interesa, subrayada en medio de la aleya, es la siguiente:

…ghayri ulâ il-irbati min ar-rijali…

Literalmente: “aquellos sin deseo de entre los hombres”. Esta expresión es casi idéntica a la utilizada para describir al “afeminado” en el hadiz de la casa de Umm Salama: ya’dzûnahu min ghair ulâ il-irbah. “Un varón de entre los que no sienten deseo”. La similitud hace pensar que el Qur’án se refiere aquí a los mujannathun(plural de mujannath). Esto explica que las mujeres de Muhámmad (saws) pudiesen mostrarse ante ese “hombre” que solía visitarlas, y que la hermana de Ghailan le hubiese mostrado “sus curvas”, y esto en la víspera de la batalla de Ta’if, unos dos años antes de la muerte de Muhámmad (saws), cuando la aleya del jumur ya había descendido.

Para la mayoría de los alfaquíes, parece claro que Qur’án 24/31 se refiere a los mujannathun. En su obra clásica comparativa entre las diversas escuelas jurídicas mayoritarias en el islam sunní (Al-Mughni) ibn Qudâmah escribe:

“Sobre el mujannath, queno siente deseos hacia las mujeres: en lo que concierne a mirar a las mujeres, la regla que se aplican a estos hombres es la misma que se aplica hacia los parientes cercanos (mahran), puesto que Al-lâh ha dicho: “aquellos sirvientes varones que carecen de deseo sexual” (24: 31).

ibn Qudâmah cita la autoridad de ibn Abbâs, comentando esta misma aleya :

“Se trata de aquel del cual las mujeres no sienten vergüenza. Es el mujannath, que es impotente (aqîm) como hombre”.

Uno de los grandes estudiosos de la ciencia del hadiz, el andalusí ibn ‘Abd al-Barr (siglo X) lo describe del siguiente modo:

“El mujannath no es tan sólo aquel que es conocido por su promiscuidad. El mujannath es aquel que adopta la apariencia física de una mujer, hasta el punto que pasa por una mujer en su suavidad, modo de hablar, apariencia, acento y pensamiento. Siendo así, no debe sentir deseos hacia las mujeres”. (Citado en Al-Mughni, 7/463; y al-Sharh al-Kabîr ‘ala Matan al-Muqni’, 7/347-348).

Otra autoridad, Iman an-Nawawi reconoce que esta clase de comportamientos pertenece a la naturaleza innata de algunos “hombres”:

“Un mujannath es aquel [masculino, en árabe] que imita en sus movimientos, su apariencia y su lenguaje el comportamiento de una mujer. Hay de dos tipos: el primero es aquel cuyo comportamiento es innato, no lo ha adoptado por si mismo, y por lo tanto no es culpable, ni merece el reproche ni la vergüenza, desde el momento en que no realiza ningún acto ilícito, ni se vende por dinero. El segundo tipo actúa como una mujer por motivos innobles, y es merecedor del peor desprecio”.

En su comentario al Sahih de Muslim, al-Washtâni da una definición semejante, donde se incide en la ambigüedad de esta figura:

“Se parece a las mujeres en cuanto a sus cualidades morales, su manera de hablar y caminar. El nombre viene de la palabra tajannuth, un modo de asociar lo dulce con lo áspero. El mujannath, en efecto, tiene una voz dulce y el caminar rudo y encorvado. Puede haber sido creado así, pero también puede tener su origen en una perversión”.

(Citado por Abdelwahab Bouhdiba, La sexualité en Islam, p. 55).

¿Quién es el mujannath? Un ser humano con los atributos físicos que caracterizan a los hombres (rajul) pero que no desea a las mujeres, en cuya naturaleza está el imitar a las mujeres, y que han nacido así por voluntad de Al-lâh [que ha sido creado así, mujannath jalqi]. Las mujeres no sienten vergüenza ante él porque no lo consideran como un “macho”, potencialmente agresivo. Aunque con el tiempo la palabra mujannath ha acabado por designar a los hermafroditas o castrados, parece evidente que en tiempos del Profeta designaba a lo que hoy llamamos gays u homosexuales.

El Qur’án no los menciona directamente. En primer lugar, esto implica que no existe una condena explícita de estos comportamientos por parte de Al-lâh. Pero hay más. Al margen de Qur’án 24/31, existe una aleya se recoge la existencia de personas que pertenecen a una categoría diferente a la de los “varones” y las “mujeres”:

Yajluqu mâ yashâ’:

yahabu li man yashâ’ ‘în-nâsan

wa yahabu li man yashâ’ ‘udzukûr

aw yu zawwijuhum dzukrânan wa ‘inâsâ

wa yaj‘alu man yashâ’ u-aqîmâ.

Innahû ‘Alîmun Qadîr.

 

[Al-lâh] crea cuanto quiere:

da descendencia a quien quiere de entre las mujeres

y da descendencia a quien quiere de entre los varones

y empareja a varones y mujeres

y a quien quiere lo hace ‘aqîm.

Ciertamente, Él es Sabio y Poderoso.

(Qur’án 42: 49-50)

La palabra ‘aqîm se traduce habitualmente como “estériles” o “impotentes”. Esta es una traducción posible, ciertamente, lo cual se refiere a estos hombres desde el punto de vista destacado por la aleya: la procreación. En el comentario antes citado de ibn Abbâs, el calificativo aqîm se aplica también a los mujannath: “Es el mujannath, que es aqîm como hombre”. Es muy probable que Al-lâh se esté refiriendo en esta aleya a los homosexuales, y de una manera positiva: y a quien Al-lâh quiere lo hace aqîm.

Si nos fijamos, la descripción que hacen los alfaquíes de los mujannathunno se limita a catalogarlos según su fisiología. Se pone el acento en la realidad de las pulsiones y en su actitud antes que en la apariencia física. Esto es muy importante. En realidad, establecer los géneros según la apariencia física conduce a graves desequilibrios: ¿qué importancia puede tener que alguien tenga pene si no desea a la mujer? Hoy en día vemos como muchos homosexuales se casan con mujeres para “salvar las apariencias”, llevando a uno y otro cónyuge a vivir en la infelicidad y frustración de sus apetitos naturales. Lo importante del matrimonio es consumar la unión (sexual, intelectual, afectiva) entre complementarios (el çawj o pareja). Desde este punto de vista, la unión entre un homosexual (aqîm, que no desea a las mujeres) y una mujer es anti-natural, no conduce a la satisfacción mutua de los cónyuges.

De todo lo dicho se concluye que en ningún caso la condena de la homosexualidad puede ser achacada a Al-lâh o Su Mensajero, y mucho menos la condena de la homosexualidad entendida como amor entre personas del mismo sexo. Una prueba al respecto la encontramos en el Sunan de Abû Dawûd (Kitab al-Adab, Libro 41, nº 4910, y 4928):

Abû Hurairah contó que un homosexual (mujannath) que se había pintado las manos y los pies fue llevado ante el mensajero de Al-lâh (saws). Él preguntó: “¿Qué ocurre con él?”. Le dijeron: “Oh, Mensajero de Al-lâh, este hombre imita a las mujeres”. Entonces se consideró el asunto y fue desterrado a an-Naqi’. La gente dijo: “¿No tenemos que matarlo?”. Él dijo: “Se me ha prohibido matar gente que hace la salat [que reza]”.

Aquí, el Mensajero de Al-lâh (saws) sale en defensa de un homosexual. Muhámmad (saws, una misericordia para los creyentes) desmiente a todos aquellos que se atreven a afirmar que “el islam y la homosexualidad son incompatibles”. Hay que notar la delicadeza de su respuesta, su consideración hacia la condición interior del ser humano antes que a cualquier consideración externa. El motivo del destierro permanece oculto. En todo caso, esta decisión no puede ser achacada al Mensajero de Al-lâh (saws), ya que de ser así el hadiz lo diría.

Para comprender la actitud de nuestro amado Profeta (saws) en relación a la homosexualidad, merece citarse el siguiente hadiz (Bujari, libro 62, nº 13):

Narrado por Abu Huraira: Le dije: “¡Oh Mensajero de Al-lâh! Soy un hombre joven que siente miedo por su alma, pero que no encuentra los medios [la manera] para casarse [literalmente, emparejarse] con una mujer” [innee rajulun shaabbun wa ana ajaafu ’alaa nafsee al-’anata wa laa ajidu ma atazawwaju bihi an-nisaa’a]. El permaneció en silencio, y entonces repetí mi pregunta de nuevo, pero permaneció en silencio. Dije lo mismo, pero permaneció en silencio. Entonces repetí mi pregunta y solo entonces el Profeta dijo: “Oh Abû Huraira, el cálamo está seco a la espera. Así pues, sé un eunuco o déjalo correr”. [ya Abaa Hurairata, jaffa al-qalam bimaa anta laaq fa’ajtasi ’alaa dhalika au dhar].

Sobre el significado del término ajtasi (traducido como “eunuco”) nos remitimos a un hadiz (Sahih de Bujari, Libro LXII; 6:9), también relacionado a la prohibición de las relaciones sexuales “entre hombres”:

Transmitido por ibn Mas’ûd: Solíamos combatir junto al Mensajero de Al-lâh, saws. Como no había mujeres entre nosotros, le preguntamos: “Oh Mensajero de Al-lâh, ¿podemos tratar a algunos como eunucos [a lâ nastajshî]?”. Él nos prohibió hacerlo.

De este hadiz destacamos lo siguiente:

1)      Algunos de los compañeros del Profeta (saws), a falta de mujeres, no le hacían asco a las relaciones sexuales “como eunucos”.

2)     Que en tiempos del profeta era sabido que los así llamados practicaban relaciones sexuales (sodomía).

3)     La importancia de la satisfacción de la sexualidad entre estos compañeros del profeta era tal que ni siquiera se considera la abstinencia.

4)     Sin embargo, no es lícito tratar a un “varón” como a un “eunuco”. Cada uno tiene su naturaleza, y hay que respetarla.


La naturalidad con la que se le plantea la posibilidad de usar a hombres no hace pensar que lo considerasen del mismo modo que los alfaquíes actuales. Tampoco el Mensajero de Al-lâh (saws) se escandaliza y dice que sea una “aberración contra natura”, simplemente lo prohíbe. En otro hadiz sobre el mismo tema, se especifica que el Profeta concedió una salida para estos compañeros. En el Sahih de Bujari (libro LXII, 8:13) se explica que el Profeta (saws) “les permitió casarse (o emparejarse) con mujeres corruptas de las cercanías” [rajasa lana an-nankih al-marâ bil-shaub]. Presumiblemente, un matrimonio temporal o mut’ah.

Volviendo al hadiz sobre Abû Huraira, podemos comprender lo que significa “sé un eunuco o déjalo correr”. Lo que Muhámmad le dice es que se defina. Lo que es aborrecible es la indistinción, la hipocresía y el rechazo de la propia naturaleza, que puede conducir a matrimonios infelices. Lo que el islam nos exige es asumir lo que somos y actuar en consecuencia. Que los homosexuales vivan como homosexuales, que las mujeres vivan como mujeres y que los hombres vivan como hombres. Esto es: no a la dispersión, no a la confusión, sino plena aceptación del decreto de Al-lâh, que nos ha creado como somos. Al-lâh crea lo que quiere, y Él sabe más.

2. Las transgresiones del pueblo de Lot

Según una opinión generalizada, la condena de la homosexualidad tiene su fundamento en el episodio en el que el profeta Lot, que la paz sea con él, se dirige a los habitantes de Sodoma en los siguientes términos:

“¿Os entregáis a una abominación

que nadie en el mundo ha cometido antes?

Vais a los hombres con deseo, en vez de a las mujeres.

(Qur’án 7: 80-81)

“¿Vais hacia todos los varones del mundo y abandonáis
a las parejas que vuestro Sustentador creó para vosotros?”

 (Qur’án 26: 165)

“¿Cómo es posible que vayáis con deseo a los hombres

en vez de a las mujeres?”

(Qur’án 27: 55)

Estas aleyas parecen condenar a aquellos hombres que van tras otros hombres, en vez de hacia las mujeres, como es natural... Cada profeta fue enviado para reestablecer un vínculo perdido, devolver a la humanidad al camino recto. En el caso de Lot, el aspecto más conocido de la transgresión que vino a combatir es de naturaleza sexual, pero este no es el único aspecto ni agota el contenido de su mensaje.

Basándose en antiguas fuentes hebreas, Robert Graves y Raphael Patai (Los mitos hebreos) describen el comportamiento de los habitantes de Sodoma:

[Del Pirqe Rabbi Eliezer, c. 90-130 d.C. y del Genesis Rabba, recopilado en el siglo V:] Los sodomitas figuraban entre las naciones más ricas, pues si un hombre necesitaba hortalizas le decía a su esclavo: “¡Ve a traérmelas!” El esclavo iba al campo y descubría oro bajo las raíces. Pero las grandes riquezas descarrían a los hombres. Un sodomita nunca daba ni siquiera una corteza de pan a un forastero; e inclusive podaba las higueras para que las aves no pudieran comer sus frutos.

[Idem:] Sodoma estaba asegurada contra los ataques, pero para desalentar a sus visitantes los ciudadanos aprobaron una ley de acuerdo con la cual el que ofreciera a un forastero un alimento sería quemado vivo. En cambio, se debía robar al forastero todo lo que poseía y expulsarlo de la ciudad completamente desnudo.

[Del Sepher Hayashar, recopilación tardía, siglo XII:] Una vez al año realizaban un banquete y bailaban en el césped junto a manantiales de agua al son de tambores. Después de beber en abundancia, cada hombre se apoderaba de la esposa del vecino, o de su hija virgen, y la gozaba. A nadie le importaba que su esposa o su hija holgasen con su vecino.

Estas descripciones son elocuentes sobre las transgresiones específicas de las gentes de Sodoma: ausencia de tabúes sexuales y violación de las leyes de la hospitalidad, temas que aparecen como indisociables.

Vamos al Qur’án. Entre las acusaciones lanzadas por Lot a los habitantes de Sodoma, existe una especialmente expresiva:

 

“¿Vais hacia todos los varones del mundo y abandonáis
a las parejas que vuestro Sustentador creó para vosotros?”

Ata‘tûna adz-dzukrâna min al-‘âlamîn

wa tadzarûna ma jalaqa lakum Rabbukum min azwâjikum.

(Qur’án 26: 165-166)

La expresión coránica es contundente: “vais hacia los machos…”. Muchas traducciones dicen: “hacia los hombres...”. Más concretamente, la palabra coránica es dzukrâna, plural de dzakaru, varón o macho, lo cual no se refiere necesariamente tan sólo a la especie humana. En base al sentido general de esta palabra, algunos alfaquíes han establecido la equiparación entre bestialismo, zoofilia y sodomía.

A esto Lot añade: …min al-‘âlamîn, de los mundos. Esta expresión parece una exageración, una hipérbole: no olvidemos que Al-lâh es Rabb al-‘âlamîn, el Sustentador de todos los Mundos. Ir hacia los machos de todos los mundos es algo casi inimaginable. ¿Acaso es extraño que los alfaquíes hayan considerado como una posibilidad las uniones sexuales entre los hombres y los djines (genios, seres invisibles)? En conjunto, esta expresión es el signo de una sexualidad sin freno, siempre insatisfecha. En contrapartida, el Qur’án ofrece un camino mejor: ir hacia las parejas que nuestro Sustentador ha creado para nosotros.

Vais hacia los machos de los mundos

abandonando a vuestros pares.

Lot dice: min azwâjikum. No “esposas”, ni “mujeres”, como se traduce a menudo. La palabra coránica çawj (en principio, singular y masculino) es central en la cosmología del islam: “Todo lo creamos por pares”, dice Al-lâh en elQur’án. La unión entre lo masculino y lo femenino es un çawj, un equilibrio o balanceo de las fuerzas que habitan la naturaleza. La desunión o destrucción del par es desequilibrio, nos arroja del mundo en una búsqueda siempre insatisfecha.

Otra aleya a destacar, (pues se repite con ligeras variantes), es la siguiente:

“Vais a los hombres con deseo en vez de a las mujeres”.

Inna kum la ta‘tûna ar-rijâla shahwatan min doon an-nisâ‘i.

(Qur’án 7: 81 y 27: 55)

Esta es la aleya en la que se basa la condena de las relaciones homosexuales, pues en ella se menciona explícitamente a “los hombres” como el objeto del deseo de los qawn Luti (pueblo de Lot). Sin embargo, la palabra ar-rijâla, (plural de rajul, hombre) puede funcionar como un genérico: la humanidad en general. Por ejemplo: cuando Rabeea al ‘Adawiya habla de si misma como rajul, no quiere decir que sea un “macho”, se está refiriendo a su madurez como persona, insân.

Al referirse a esta aleya, suele ponerse el acento en su primera parte, es decir: en el aspecto negativo, en aquello que se considera abominable: “lo impropio, lo haram…”. Más interesante es, sin embargo, volver sobre el aspecto que se trata de defender: “…en vez de lo propio, lo halal”.

Con la expresión doon an-nisâ‘í, creemos que Al-lâhse refiere a “las propias mujeres”. Aunque lingüísticamente no está especificado si se trata de “las mujeres en general” o de “la propia mujer”, pensamos que tanto lo expuesto anteriormente como la concepción coránica de “la pareja” (el matrimonio) justifican esta lectura. En otro caso, y decimos esto para rebatir cierto literalismo, ¿estaría el Qur’án fomentando la promiscuidad heterosexual? Es decir: no puede ser que el Qur’án recomiende “ir hacia las mujeres en general”, sino “hacia las propias mujeres”. En este caso, la primera parte de la aleya está condenando la promiscuidad desenfrenada y el adulterio, y no propiamente la homosexualidad. Ciertamente, ir hacia los hombres o mujeres con deseo en vez de hacia las propias mujeres u hombres es estar perdido. Lo halal es mejor.

Lot condena el comportamiento de los sodomitas con los siguientes adjetivos:

“¡Sois, realmente, una gente desaforada!”.

(Qur’án 7: 81)

“¡Si, sois una gente que transgrede todos los límites de lo correcto!”

(Qur’án 26: 166)

“¡Desde luego, sois gente sin discriminación!"

(Qur’án 27: 55)

La falta de discernimiento sobre la propia naturaleza provoca las actitudes desaforadas, el rebasar los limites que Al-lâh ha establecido. Por su parte, los ángeles definen la ceguera de los sodomitas:

 “¡En su delirio sólo vagan ciegos de un lado para otro!”

(Qur’án 15: 72)

Su ir de lo uno a lo otro no es sino una insensatez: prefieren acostarse con quien sea (hombres, mujeres, animales, genios, ¡que más da!) a hacerlo con sus pares o parejas, los complementarios que su Sustentador ha creado para ellos.

La lucha contra las “aberraciones sexuales” y la defensa de la pareja no constituye, sin embargo, la totalidad del mensaje que el profeta Lot trajo a la humanidad. Es importante señalar el rechazo de las leyes de asilo y hospitalidad como parte de las transgresiones con las que tuvo que enfrentarse. El Qur’án deja claro que este es el motivo de la animadversión de los sodomitas hacia los huéspedes de Lot. Cuando los ángeles llegan a su casa, su exclamación revela su temor:

Y cuando los emisarios llegaron a la casa de Lot, éste dijo:

“¡Ciertamente, sois gente desconocida [aquí]!”

(Qur’án 15: 61-62)

La expresión árabe es: qawmun munkarûn: “sois gente extranjera”, ajena al qawm, pueblo. En el Qur’án, la prohibición de dar asilo está claramente expresada como el motivo del acudir de los sodomitas en busca de los extranjeros. No se habla de gozar de ellos, ni se hace mención alguna en estas aleyas a la homosexualidad:

Y la gente de la ciudad acudió, regocijada por la noticia.

[Lot] exclamó: “¡En verdad, estos son huéspedes míos:
no me avergoncéis, sino sed conscientes de Al-lâh
y no me deshonréis!” Respondieron:
“¿No te hemos prohibido [ofrecer protección a] todo tipo de gente?”

(Qur’án 15: 67-71)

Siendo este el motivo de la irrupción de los habitantes de Sodoma en la casa de Lot, es lógico que también sea el motivo de su destrucción:

Pues les había advertido seriamente de Nuestro rigor;

pero pusieron en duda tercamente esas advertencias

y le exigieron que entregara a sus huéspedes:

por lo que les privamos de la vista [como diciéndoles]:

“¡Saboread el castigo que inflijo cuando son desoídas Mis advertencias!”

(Qur’án 54: 36-37)

En ningún momento el Qur’án menciona la homosexualidad como el motivo de la destrucción de la ciudad de Lot (as). Por el contrario, especifica que la destrucción fue motivada por su rechazo de las leyes de la hospitalidad, o si se quiere: el derecho de asilo debido a los extranjeros, ampliamente recogido en la jurisprudencia islámica. Aún en el caso de que tratasen de sodomizar a los huéspedes, en ningún caso se trataría de relaciones afectivas entre personas del mismo sexo, sino de una violación. Lo que se condena son la violencia sexual y el desenfreno, no el amor entre homosexuales. Además, es absurdo pretender que todos los qawm Luti fuesen hombres.

Pocas veces se cita la historia de Lut en relación a Abraham al-Jalil, aleihi salem, cuando en realidad son inseparables. No hay que olvidar que los ángeles enviados a Lot han sido con anterioridad “los huéspedes de Ibrahim”. Tanto en la surat 11 como en la 15, ambos episodios son presentados consecutivamente:

E informales acerca de los huéspedes de Ibrahim,

 cuando se presentaron ante él y le ofrecieron el saludo de paz,

respondió: “¡En verdad, nos infundís temor!”

Dijeron: “¡No temas! Ciertamente, te traemos la buena nueva

de un hijo dotado de sabiduría.”

(Qur’án 15: 51-53)

Es el mismo non timere del ángel a María, madre de Isa, aleihi salem. No hay un signo que no remita a otro: los episodios de Ibrahim y Lot están tan unidos que, de hecho, la noticia que los ángeles traen a Ibrahim es doble: el nacimiento de su hijo y la destrucción de la ciudad de Lot (Qur’án 29: 31). Por un lado, el anuncio del nacimiento de Ismail, a pesar de su vejez y la aparente esterilidad de su mujer. Por otro lado, la destrucción de un pueblo que se ha entregado a una sexualidad sin freno, rompiendo las leyes de la hospitalidad y destruyendo la pareja (çawj) como núcleo de la sociedad. Al-lâh premia a Ibrahim (saws) con la continuidad de su estirpe y de sus tradiciones, mientras castiga a los qawm Luti con la destrucción.

Esta es una hermosa enseñanza. La promiscuidad sin freno es la negación de la pareja, y el rechazo de la pareja como núcleo social hace imposible la hospitalidad. La promiscuidad niega la intimidad del hogar, nos remite a la exterioridad como único espacio en el cual se mueven las criaturas. Los relatos hebreos citados por Robert Graves dicen: bailaban en el césped, robaban a los forasteros, hacían el amor públicamente. La hospitalidad es un ritual que implica la idea del hogar: el ofrecimiento del propio espacio como apertura a los demás. Mientras la dispersión sexual nos aboca a una exterioridad que niega la individualidad, la hospitalidad se basa en el respeto y la confianza entre los diferentes.

3. El par masculino-femenino

Nuestra meditación sobre el mensaje del profeta Lot (as) nos conduce a una palabra de crucial importancia: el çawj, “el par”, lugar de unión y de encuentro entre lo masculino y lo femenino. Del Qur’án hemos recitado:

Y todo lo hemos creado por pares.

(Qur’án 51: 49)

Y Él es quien crea el par —varones y mujeres—

de una gota de esperma eyaculada,

y está en Su poder crear una segunda vida.

(Qur’án 53: 45-47)

¡Entrad en el paraíso, vosotros y vuestro par,

agraciados con la felicidad!

(Qur’án 43: 70)

 

Estas aleyas señalan el origen, el camino y el destino de una vida plena: todo ha sido creado por pares, que se unen en el amor y engendran una segunda vida, coronada por el logro supremo del Jardín. La cosmología del Qur’án descansa en este esquema, un proceso generador de vida que se da como unión de los contrarios. De ahí proviene la diversidad de todo lo creado.

¡Oh gentes! Ciertamente,

os hemos creado a todos de varón y hembra,

y os hemos hecho naciones y tribus,

para que os reconozcáis unos a otros.

(Qur’án 49: 13)

Todos hemos nacido de la unión de un hombre y de una mujer, y el conocimiento entre los diferentes como un modo de conocerse a uno mismo. La unión entre el varón y la hembra es el punto de partida de la diversidad. Esta no es separación ni dispersión desde el momento en que existe una capacidad de re-conocimiento (’ilm) y de re-cuerdo (dikra) del principio unitario que está en el origen común de lo diverso.

Al referirse a la sexualidad islámica, se suele hacer hincapié en la importancia de los roles. Se dice que el hombre debe encarnar su hombría y la mujer su feminidad, de modo que no se produzcan desarmonías en el núcleo mismo de la sociedad, que es la familia. Estos argumentos son usados para explicar tanto la segregación de los sexos como el rechazo de la homosexualidad. Así, Abdelwahab Bouhdiba escribe:

La visión islámica de la pareja fundada sobre la armonía preestablecida de los sexos supone una complementariedad esencial entre lo masculino y lo femenino. Esta complementariedad armónica es creativa y procreativa. (...) La bipolaridad del mundo reposa sobre la rigurosa separación de dos “ordenes”, lo femenino y lo masculino. Todo lo que viola el orden del mundo no es más que un grave “desorden”, fuente de mal y de anarquía.

(La sexualité en Islam, ed. Puf, p. 43)

Aquí, la cosmología coránica da paso a un visión social y antropológica. Según esta, la mujer debe actuar según las características tradicionales de “lo femenino”: sumisión, pasividad, ternura... El hombre se reserva para si las cualidades activas, de penetración y de dominio. Para ello, debe actuar únicamente como hombre, y eliminar de si mismo cualquier rasgo femenino. Ante esta rigurosa polaridad, cualquier expresión o planteamiento que trate de romper o difuminar la frontera entre los sexos es visto como una aberración contra natura y, lo que es peor: como una tendencia destructora de la sociedad. De ahí la doble condena, moral y penal, a que se ven abocados los homosexuales.

Según creemos, esto es el resultado de la incomprensión de la cosmología coránica. El hecho de que todo haya sido creado por pares no significa que hayan cosas exclusivamente masculinas frente a otras exclusivamente femeninas, sino que dentro de todas las cosas creadas existe esa polaridad:

Subhana al-ladzî jalaqa al-‘azwâja

kul lahâ mim mâ tumbitu al-‘ardzu

wa anfusi-him wa mim mâ lâ ya‘alamûn.

Glorificado sea Aquel que ha creado pares
en todo lo que la tierra produce,

y en los mismos egos, y en lo que no conocen.

(Qur’án 36: 36)

Esta aleya clarifica que los pares (las polaridades) están en el interior de todo lo creado. Un par no es  únicamente la unión de un varón y una hembra, sino que los pares habitan en las criaturas: y en los mismos egos (nafs). El hombre y la mujer forman un par, y en cada uno de ellos existe la polaridad masculino-femenino. En caso de eliminar uno de estos dos polos, el par sería destruido y el hombre y la mujer ya no serían criaturas completas. No hay nada en la Creación que no sea dual, salvo Al-lâh, quien ha establecido la balanza (al-miçan).

A partir de este momento, ya no podemos seguir considerando el par masculino-femenino como algo exterior. Esto quiere decir que para verificar la unión, tanto la mujer como el hombre tienen que ser, en cierto sentido, hombres y mujeres. Si alguno de los miembros de la pareja no ha realizado la integración en si mismo de las cualidades activas y pasivas, la unión resultará frustrada. Lo demás implica una visión sumamente grosera del hombre y la mujer, delimitados por sus físicos y no por sus cualidades interiores.

Mientras permanecemos en el mundo de las formas, estamos condenados a la dualidad. En la unión amorosa se da esa dualidad, necesariamente: se establecen roles. Esto sucede tanto en los pares heterosexuales como en los homosexuales. La unión entre lo masculino y lo femenino refleja un proceso cosmológico, que afecta a todos los órdenes de la naturaleza. La unión amorosa, cuerpo a cuerpo, es la búsqueda de la unidad en algo que está fuera de nosotros, y sin embargo esta unión nos remite a nuestra propia interioridad. Si la pareja es la unión de los contrarios, lo importante no es una supuesta complementariedad física, sino espiritual. Un hombre que no ama a una mujer no forma una pareja con ella, por mucho que sus sexos parezcan acoplarse. Dos homosexuales que se aman forman plenamente un çawj, una pareja, verifican su unidad en el espejo del Amado.

Frente a la conciencia de la unión se sitúa el sueño de la segregación, territorialización de lo masculino y de lo femenino en ámbitos perfectamente separados. Este sueño es el fanatismo de los que se niegan a reconocer su propia feminidad. En relación a la homosexualidad, no pueden aceptar que Al-lâh haya creado un ser que se les presenta como híbrido, y que rompe sus esquemas dualistas. Un ser físicamente hombre y espiritualmente mujer: esto parece contradecir el orden perfecto de las cosas, la utopía de un estado de cosas estático y sin mezcla. Y sin embargo es todo lo contrario: la homosexualidad es un signo de Al-lâh, que viene a poner al descubierto que las diferencias entre lo masculino y lo femenino no son tajantes, que todas las criaturas participan de ambas cualidades. Lo femenino y lo masculino no pueden ser acotados en base a distinciones físicas: hay un carácter masculino de la mujer y una feminidad en el hombre. Alhamdulil-lâh.

Quienes niegan la realidad de la homosexualidad y se atreven a calificar aquello que Al-lâh ha creado como una “enfermedad” o algo “contra natura” están en un descarrío manifiesto. No hay más que ver todos los matrimonios impuestos por las circunstancias entre un homosexual y una mujer, que los hace infelices a los dos. Que el hombre actúe únicamente como “macho dominante” y la mujer se muestre como una “hembra sumisa” es el sueño de aquellos que han negado en si mismos la tensión creadora que les permite seguir desarrollándose. Este sueño, poner en su sitio cada cosa, segregar y acotar en su comportamiento estanco, desconoce una realidad más trascendente: toda dualidad tiene su origen en el Uno.

4. La homosexualidad en la historia de los musulmanes

Nuestras conclusiones contrastan con la persecución que sufren los homosexuales en los países de mayoría musulmana. Según Human Rights Watch, a principios del siglo XXI existen 83 países donde la homosexualidad está explícitamente condenada por la ley, 26 donde el islam es mayoritario. Entre ellos casi todos los miembros de la Liga Árabe. En algunos países la condena por sodomía (liwat) es la pena de muerte: Arabia Saudí, Irán, Mauritania, Sudán, Yemen y Afganistán. Aunque en la mayoría de los casos la pena no se aplica, conocemos casos de homosexuales ejecutados en los últimos años en Irán, Arabia Saudí y en el Afganistán de los talibanes.

En otros lugares, la condena para los homosexuales es la cárcel. En Malasia, el artículo 377 del código penal castiga con 10 años de prisión las “conductas antinaturales”, y hasta 20 años de cárcel en caso de “penetración entre hombres”. En Pakistán y en Bangla Desh, el código penal equipara la homosexualidad a la zoofilia, y puede reportar hasta diez años de cárcel. En Siria y en Jordania la pena es de cinco años, y en Marruecos, Túnez, Argelia, Irak y Kuwait, de hasta tres años. Aunque en muchos de estos países existe “tolerancia de facto”, estas leyes se mantienen como una amenaza.

Ante estos datos y cifras, es necesaria una reflexión pausada. Más allá de la condena  moral, resulta difícil aceptar la condena penal, y más cuando la sentencia es la muerte. Esto es muy grave, algo demasiado serio como para dejarlo al arbitrio de nuestros prejuicios. No se puede matar por matar, rebasando los límites (huddud) de lo que ha sido prescrito: “No rebaséis los límites que Al-lâh ha establecido”, dice el Qur’án. Hay que tener argumentos muy sólidos y ponderados para justificar una condena.

Siendo el problema judicial gravísimo, no lo es menos el cultural. La homofobia se extiende como un cáncer entre los musulmanes. El islam, que durante siglos fue signo de justicia y de progreso, ha sido transformado en una religión retrograda y cruel hacia las minorías. Los jóvenes musulmanes que desprecian y hacen la vida imposible a los homosexuales en muchos lugares del mundo islámico no saben que con su actitud están destruyendo una tradición de siglos. Aquí, como siempre, la ignorancia es la culpable de una situación penosa, una ignorancia fomentada por prestigiosos alfaquíes, instituciones y universidades a través de las cuales se fomenta la ignorancia y la repetición mecánica de dogmas.

La persecución de los homosexuales en el mundo islámico es muy reciente, y tiene que ver con la colonización y la influencia de occidente. Existen innumerables pruebas de que hasta la colonización la homosexualidad era plenamente aceptada. Durante las primeras décadas del siglo XX, el Magreb fue un “paraíso para los homosexuales”, que huían de la puritana Europa en busca de la libertad sexual que se vivía en tierras del islam. En Marruecos, la homosexualidad es considerada un delito tan solo desde 1972, y esto a causa de la influencia Saudí. En Indonesia (el país con más musulmanes en el mundo) jamás ha estado prohibida, siendo la escuela shafi’í mayoritaria.

La aceptación de la homosexualidad en la historia del islam está ampliamente documentada, en diferentes épocas y territorios. No era algo oculto o marginal, sino aceptado socialmente. Los estudiosos occidentales de la homosexualidad han destacado con asombro la actitud mostrada hacia este tema en dar al-islam. Merece destacarse la visión de John Boswel. Citamos in extenso varios párrafos sobre la homosexualidad en al-Andalus de sus obras Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad, y Las bodas de la semejanza.

“No es extraño que los gays florecieran en las ciudades de España. Hasta cierto punto, esto podría atribuirse a las actitudes de la cultura islámica en general. Aunque el Qur’án y los primeros escritos religiosos del Islam sostenían actitudes moderadamente negativas respecto de la homosexualidad, la sociedad islámica en general ignoraba estas desaprobaciones y la mayoría de las culturas musulmanas trataron la homosexualidad con indiferencia, cuando no con admiración. Casi sin excepción, las obras clásicas de la poesía y la prosa árabe, de Abu Nuwas a Las mil y una noches, trataron con respeto o aceptaron ocasionalmente a los gays y su sexualidad. La lengua árabe contiene un inmenso vocabulario de terminología erótica gay, con docenas de palabras sólo para describir diferentes tipos de sexualidad masculina.” (...)

“En la España de la Alta Edad Media, esta tendencia se vio exagerada, si cabe. Era común toda variedad de relación homosexual, desde la prostitución al amor idealizado. La poesía erótica sobre relaciones ostensiblemente homosexuales constituye el grueso de la poesía hispanoárabe.” (...)

“Al-Mutamid (rey de Sevilla) se enamoró también del poeta Ibn Ammar, de quien no soportaba estar separado, ’ni siquiera una hora, ni de día ni de noche’, y a quien convirtió en uno de los hombres más poderosos de España. Un poco antes, en ese mismo siglo, el reino de Valencia había sido gobernado por una pareja de ex-esclavos que se habían enamorado y habían ascendido juntos en las filas del servicio civil hasta colocarse en una situación tal como para gobernar por sí mismos. Los historiadores musulmanes, llenos de admiración, caracterizaron su gobierno conjunto como una relación de plena confianza y mutua devoción, sin un indicio siquiera de competencia o de celos, y su amor fue celebrado en verso por poetas atraídos a su corte desde toda España”. (...)

“Sería un error suponer que esta predilección cultural por el erotismo homosexual era consecuencia de la secularización o de la decadencia de la religión. El Islam hispánico se distinguió por su rigidez en cuestiones legales y morales, produjo notables juristas y teólogos y, en general, estaba regido por musulmanes a los que se consideraba fanáticos en el resto del mundo islámico. Las referencias imaginarias al amor homosexual eran moneda corriente en los textos místicos islámicos tanto en España como fuera de ella. Muchos de los autores de poesía erótica gay de la Península Ibérica eran maestros del Qur’án, líderes religiosos o jueces; casi todos escribieron versos religiosos convencionales al mismo tiempo que poesía amatoria.”

En la Córdoba califal, los homosexuales habitaban todo un barrio, conocido como derb Ibn Zaydun.El caso de al-Andalus no es aislado. Existe una amplia literatura de contenido homosexual en el periodo abbasida, además de los testimonios de los historiadores. Además de al-Mutamid, existen otros dirigentes islámicos reconocidos como musulmanes en la historia, tales como Sultan Mehmet Fatih, conquistador de Constantinopla.

Esta actitud abierta llega hasta los inicios de la colonización, cuando el islam es influenciado fuertemente por el judeo-cristianismo. Las obras de los viajeros, científicos y colonizadores europeos relatan, entre la fascinación y la sorpresa, el grado de aceptación de la homosexualidad entre los musulmanes. En la sociedad victoriana, este fue uno de los argumentos preferidos para mostrar que el islam era una religión lasciva e inmoral. En la Europa del siglo XXI, se habla de la persecución de los homosexuales en el mundo islámico para mostrar como el islam es una religión salvaje y puritana. Entre lo uno y lo otro, algo ha sucedido.

No podemos citar a todos los estudiosos que han destacado la plena aceptación de la homosexualidad en la historia del islam. Sencillamente, son demasiados. En su libro Islamic Homosexualities, Stephen O. Murray y Will Roscoe dan pruebas amplias de la centralidad del erotismo masculino adolescente-adulto en los países islámicos. En su traducción de Las mil y una noches, el aventurero y escritor inglés Richard Burton describió la sexualidad en el mundo islámico, que recorrió de punta a punta (llegó a realizar la peregrinación a Meka). La fascinación de Burton por el islam no estaba exenta de prejuicios y una mirada fantasiosa. Aún así, su testimonio no puede descartarse por completo: en Egipto, los adolescentes que buscan hombres frecuentan los baños públicos, igual que en los tiempos pasados. En Marruecos, los musulmanes viven abiertamente con adolescentes. En Persia, la práctica es “tan inherente que está en los huesos”. Sobre los comerciantes afganos escribió:

Son viajeros comerciantes de gran escala y las caravanas están acompañadas de un número de chicos y jóvenes vestidos casi en atuendo de mujeres, con los ojos delineados con kohl y las mejillas coloradas, pelo melenudo, y los dedos de las manos y los pies dibujados con alheña, montando lujosamente en alforjas de camellos: se les llama Kuch-i safari o ’esposas de viaje’, y los esposos andan pacientemente a su lado.  

5. Matrimonios homosexuales

A quien nos haya seguido hasta ahora, no le sorprenderá descubrir la existencia de matrimonios entre homosexuales según la sharia, hasta bien entrado el siglo XX. La primera vez que dimos a conocer este hallazgo, causó sorpresa e incluso indignación. A algunos musulmanes les pareció un disparate, e incluso se me acusó de haberlo inventado. En concreto, la celebración de matrimonios entre homosexuales musulmanes está documentada en el oasis de Siwah, situado en el desierto de Libia, en la actualidad en territorio egipcio. La información procede de varias fuentes, todas ellas antropólogos o viajeros occidentales. 

La principal referencia es el libroNotes on the people of Siwah and El Garah in the Libyan desert, publicado en 1936 por Walter Cline (Menasha, Wis., George Banta Publishing Company). Este antropólogo norteamericano viajó a la zona para estudiar las costumbres de los beréberes. Aunque en el momento de su llegada la práctica de los matrimonios entre hombres ya había sido prohibida, destacó que la homosexualidad seguía siendo una característica esencial de su cultura.

Existe el testimonio (independiente del primero) del conde Bryon de Prorock. Este arqueólogo británico describió lleno de asombro la “gran ceremonia” con la que se realizaban estos matrimonios: “an enthusiasm taht could not have been approached even in Sodom. Homosexuality was not only rampant, it was raging”. (Citado en Islamic Homosexualities, de Stephen O. Murray y Will Roscoe). Al parecer, la prohibición de esta clase de matrimonios data del año 1928, y fue realizada por las autoridades coloniales a instancias de la visita del rey Fuad (rey títere de Londres).

Estas fuentes pueden ser consideradas por algunos secundarias o indignas de crédito, y merecen ser comprobadas exhaustivamente. De todos modos, es improbable que se trate de un caso aislado. En Arabia Saudí, en el año 2001, fueron ejecutados tres hombres que habían celebrado un matrimonio de este tipo. Aún sabiendo que se jugaban la vida, prefirieron mantener sus relaciones dentro del matrimonio, para no ofender a Al-lâh. Si esto llega a producirse en un contexto en el cual se condena a muerte la homosexualidad, ¿qué puede haber pasado durante catorce siglos de tolerancia? Lo extraño sería que esta clase de matrimonios no se hubiesen producido, y que no se produzcan en el futuro. Dado que en el islam no es necesario ningún sacerdote para celebrar el matrimonio, un grupo muy reducido de musulmanes/as puede hacerlo. Al margen de que consideremos esto lícito o una perversión, es incuestionable que ha habido y hay musulmanes que lo consideran lícito. La existencia de “matrimonios entre musulmanes homosexuales” pone en evidencia que la condena a muerte está muy lejos de ser la única opción posible. En el terreno del islam siempre coexisten opciones diferentes, algunas veces tan alejadas entre si que parece tratarse de religiones diferentes. (Leemos: “el islam prohíbe la música”, y en otro lugar: “a ninguna civilización la música ha sido tan consustancial como a la islámica”).

Más allá de la posible acumulación de citas, esto merece una precisión. El hecho de que ciertas cosas hayan sucedido en el amplísimo territorio donde el islam ha arraigado no quiere decir que estas prácticas sean necesariamente “islámicas”. Un ejemplo es la ablación del clítoris. Esta se produce hoy en día en muchos lugares de mayoría musulmana, entre mujeres musulmanas, y aún así no puede considerarse islámica. En este y otros casos, nos encontramos con elementos culturales propios de los pueblos donde el islam se ha asentado. Lo mismo, sin duda, puede decirse de la tolerancia hacia la homosexualidad.

Esto nos conduce a una segunda consideración: el respeto del islam hacia las culturas ha sido proclive al sincretismo, no en materia religiosa sino en cuanto a costumbres y elementos socio-culturales. Que ciertas prácticas culturales no sean propiamente islámicas no quiere decir que sean anti-islámicas, ni entrar necesariamente en colisión con los principios del islam. En este caso, la tolerancia es la actitud tradicionalmente aceptada. Lo mismo puede aplicarse a la homosexualidad en la España del siglo XXI.

Nuestra reflexión se inscribe en una situación precisa. Desde el momento en que los matrimonios entre personas del mismo sexo están a punto de ser legalizados en España, nada impide que se celebren entre musulmanes/as. Basta que un solo musulmán reconocido en la categoría de “Dirigente Islámico” (artículo 3.1 del Acuerdo de Cooperación firmado entre el Estado español y la Comisión Islámica de España), este dispuesto a celebrarlo para que tengamos “matrimonios entre hombres (o mujeres) según la sharia”, con plena validez a efectos civiles. 

Con esto, quiero hacer notar que el debate en el contexto de la España actual (como en todos aquellos países donde se han legalizado los matrimonios entre hombres) no gira en torno al castigo que debe aplicarse a los homosexuales. Simplemente, esta discusión está fuera de lugar, y sabemos que Muhammad (saws) detestaba perder el tiempo discutiendo sobre soluciones a problemas inexistentes (al-ughlutat). El debate que en verdad nos concierne es el de la licitud o ilicitud del matrimonio entre homosexuales y lesbianas, ya que se trata de una posibilidad inminente.

Por mi parte, la aceptación del matrimonio entre hombres está implícita en el contenido de este estudio. Un principio de realismo es necesario. Aquellos que condenan moralmente la homosexualidad no pueden negar que esta seguirá practicándose. Desde el momento en que sabemos que la homosexualidad es una constante en la historia de la humanidad, y que ninguna prohibición humana puede modificar ni un ápice la Creación de Al-lâh el Altísimo, ¿no es lo sensato para garantizar los derechos de todos los creyentes, sea cual sea su naturaleza? ¿Con qué derecho podemos privar a una parte significativa de la ummah del derecho a cumplir con “la mitad del dîn”?

A raíz de la persecución, muchos musulmanes homosexuales se han acostumbrado a una vida sexual semiclandestina, de modo que no quieren ni oír hablar de matrimonio. Con ello, no se dan cuenta de que renuncian a algo más que a la aceptación o al rechazo social de sus tendencias sexuales. La pareja es el ámbito privilegiado para verificar la unión de los contrarios. Negar a los homosexuales su derecho al matrimonio es muy grave, es privarles de un derecho fundamental, de algo que la tradición islámica reconoce como un gran beneficio. Hay que tener una base para ello.

El matrimonio es el hogar, la paz, la satisfacción de los deseos. No es el refugio del ego, sino su máxima apertura. Es el encuentro entre dos mundos. Cada elemento de la pareja está conectado con los otros, su círculo inmediato, su familia. El matrimonio es la interacción de dos mundos, la consagración de la comunidad y la apertura. Familia, revelación, balanceo de las fuerzas. Lo propio y lo impropio dejan de ser inmóviles, entramos en lo otro, vivimos para otro.

¿Qué tiene que ver todo esto con las características físicas de las personas, con su pene, su ano o su vagina? Más bien tiene que ver con su grado de conciencia sobre la realidad que los rodea. Tiene que ver con la capacidad de cada uno de amar y de entregarse, de fusionarse con el otro. Tiene que ver con su espiritualidad y la forma como esta se hace cotidiana. Tiene que ver con la posibilidad de transformar cada uno de nuestros actos en un acto de ‘ibada, forma de adoración al Creador de los cielos y la tierra.

Pero solo Al-lâh sabe.





Italiano

La traduzione è in preparazione



Mercoledì, 09 febbraio 2005